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Benjamín León escribe sobre "Desórdenes", de David Eloy Rodríguez


El poeta y crítico Benjamín León escribe sobre el poemario Desórdenes en el número 20 de la revista Nayagua. Aquí reproducimos la reseña, que puedes encontrar también, claro, en la más reciente entrega de esta extraordinaria revista poética.

Desórdenes
David Eloy Rodríguez
Madrid, Amargord, 2014

Para resistir cantando

Desórdenes es la nueva entrega de David Eloy Rodríguez, poeta cuya generosidad está aunada a una contundente trayectoria literaria que, esta vez mediante Amargord, editorial que está constituyéndose en un puerto donde anclan sus letras las más variadas e interesantes poéticas de la actualidad española, nos ofrece un libro para releer y movilizar.

En una sociedad cuyos pilares han sido roídos por la podredumbre de sus referentes, donde las prioridades suelen estar ligadas a lo efímero y a las múltiples trampas del capitalismo, resulta ilógico y muy perjudicial asumir su estructura como algo que de alguna manera nos otorgue algún beneficio real. La manipulación de un orden ficticio ha acarreado consecuencias innumerables que van desde las grandes matanzas de la historia hasta las más íntimas tragedias del espíritu. Es aquí donde nace el desorden, donde la tarea es preguntarse el origen y el sentido de la norma que se nos impone, donde lo humano es cuestionar los asuntos que nos limitan. Es aquí donde Desórdenes, de David Eloy Rodríguez, extiende los planteamientos sobre aquello que nos cerca, y también de aquello que a veces no detectamos y que, sin embargo, nos libera: “Detenidos y golpeados en las comisarías del miedo, / nos esforzamos en amar agónicamente / cada instante que huye”. Ese amor agónico a lo que huye es poesía; es búsqueda y entrega, salvación ante el estado de frialdad contagioso que el sistema acarrea, lágrimas de condolencias sobre la herida mutua, es fuga y cobijo: “Un colibrí / escapa en el incendio / con alas de lluvia”.

En cada una de sus tres secciones, así como en el centenar de sus páginas, Desórdenes nos convoca a reflexionar sobre la amplitud de un campo de ortigas que está siempre presente y que debemos arrancar para que no se introduzca en nuestro corazón. Ante el error y el horror de los sucesos del mundo, la palabra se constituye como un elemento que trasciende a la información y que poéticamente motiva y moldea el pensamiento y las acciones del lenguaje, las palabras de quien las emite y de quien las lee: “Digamos palabras que digan, / palabras que hagan, / palabras que se abran paso entre nosotros / y se echen a andar”. Hay una reiteración que nos alumbra lo elemental de la palabra, del poema, que se abre sobre la oscuridad que transitamos: “Por un sendero claro desde lo oscuro del bosque viene el canto”. La escritura, sobre lo posible o sobre lo imposible, la palabra hasta las últimas consecuencias: “Escribir en un río, en un papel, / en un cuerpo. / Escribir en la sangre con sangre”.

Todo el libro es un hallarse con el otro, es un condolerse y un actuar en conjunto, construir recíprocamente las fortalezas, decir en la dignidad del animal vencido: “Somos muchos y en todas partes. / Aprendimos en las escuelas de los vencidos / y sólo nos enseñaron a estar callados, / a exigir ceniza, / a aplaudir a los vencedores”. La palabra poética se hace presente a favor de los verdaderos vencedores: aquellos que no cedieron a las medallas de barro que el mundo otorga; más bien, contribuyeron a la humanidad con la conciencia y la mirada aguda, con la música y el verbo que finalmente vencen, más allá del tiempo y de la muerte, como diría Habermas: “Avergüénzate de morir hasta que no hayas conseguido una victoria para la humanidad”. Por otra parte, en cuanto al sentido de la escritura, del oficio, sobre la utilidad de la palabra, hermosa y certeramente indica: “Escribir es proteger”.

Desórdenes, de David Eloy Rodríguez, es una amplia y profunda reflexión poética sobre el sentido de la resistencia, sobre el asombro y la belleza que hay en lo visible y en lo invisible, sobre todo lo que la muerte corrompe y aquello que extiende en el espacio de la inmortalidad, sobre la utilidad de las palabras y del canto conjunto para vencer, que sin duda dan sentido a las palabras de Sábato: “El mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria”.

Benjamín León